Relato

Relato

Hoy os traemos algo diferente, se trata de un relato elaborado por dos de nuestras alumnas del curso de Monitor/a de Actividades de Tiempo Libre Educativo Infantil y Juvenil.

Lo han creado en una de las sesiones en las que hemos trabajado la coeducación. Nos ha parecido un recurso estupendo, y queremos compartirlo con vosotros/as.


– ¿Mamá, me cuentas un cuento antes de dormir? – me preguntó mi hija acostada en su cama.

– Claro cariño, te voy a contar una historia que pasó hace mucho, mucho tiempo…

Érase una vez una joven princesa que vivía en un castillo en medio del bosque. Un día, durante su paseo matutino, apareció de la nada un precioso conejo. Cada día, el conejo parecía más confiado con la joven, hasta que llegó un momento en el que ambos confiaron el uno en el otro.

Una mañana, el conejo estaba raro, no dejaba que se acercaran a él, parecía enfadado, y en cuanto vio a la princesa, salió corriendo. Esta, sorprendida, decidió seguirle pero el conejo era demasiado rápido así que le perdió de vista. Cuando quiso darse cuenta, ya estaba demasiado lejos de casa.

Dando brincos apereció su amigo el conejo, parecía que quisiera que le siguiese así que eso es lo que hizo. Después de unos minutos, ambos llegaron a un gran castillo. Hacía algo de frío así que se acurrucaron a merced de la chimenea que, mágicamente estaba encendida.

Cuando la princesa abrió los ojos, notó algo frío y escamoso, en vez de un conejo, ¡había un temible dragón!

La princesa intentó salir del castillo, pero el gran dragón se lo impidió soltando una enooooorme bocanada de fuego. Subió escaleras arriba hasta la alta torre, donde se encerró, esperando a que el dragón se marchara.

Pasaron días y más días… La princesa al principio echaba de menos a su familia y amigos, pero poco a poco, la lejanía hizo que se quedaran en el olvido.

Una noche soñó con su madre, que la decía que tenía que ser valiente como había sido siempre. Con esa fuerza, la princesa cogió una espada que se encontraba en la sala y con gran ímpetu salió de la torre con el objetivo de acabar con el dragón.

Cuando la princesa estuvo a punto de clavar la espada al dragón, éste se transformó en el conejo con el que había estado jugando tiempo atrás.

-Por favor ¡¡no me mates!!, recuerda que somos amigos, yo te quiero- dijo el conejo intentando convencer a la princesa.

Ella, sin pensárselo, cogió al conejo por la orejas y le encerró en la torre.

– ¡Ya no harás daño a nadie!- exclamó.

La princesa salió del castillo para reencontrarse con su familia, con la que vivió felizmente para siempre jamás.

Miro a mi hija cómo duerme plácidamente, y solo espero, que nunca tenga que vivir lo que tuve que vivir yo…


Por Ángela Rozas y María Toyos. Marzo 2020

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